El derecho a lo torcido

El blog para los amantes del derecho paranormal ¡¡¡HEMOS VUELTO POR ACLAMACIÓN POPULAR (jajo jajota)!!!

domingo, 24 de abril de 2011

La nueva expansión comercial y la conexión china

Así visto no es ninguna novedad. Es algo que sabemos desde hace décadas y basta mirar nuestros barrios para apreciar la proliferación de estos negocios.

Lo llamativo es que las Federaciones de Comercio, y entre ellas, la de Málaga, están empezando a inquietarse porque la expansión china está llegando a la tienda especializada, e incluso al sector de los profesionales.

Primero fueron los bazares. Luego las naves mayoristas en los polígonos, convirtiéndose en distribuidores de su mercancía. Más tarde los pequeños supermercados donde se vende de todo y en los que hace un calor infernal, esencialmente porque a su éxito han añadido el suministro de pan y han ubicado pequeños hornos donde le dan la última cocción al producto. La nueva oleada, que ya ha partido desde Madrid y Barcelona hacia el resto de España, consiste en franquicias chinas de moda (existían tiendas puntuales, pero sin referencias comunes), en franquicias de peluquería o zapatería, e incluso asesorías (para trámites y papeleos diversos).

A mí los chinos me provocan sentimientos enfrentados.

Por un lado, su cultura es milenaria y esa capacidad de trabajo ordenado y eficiente que desprenden, de esfuerzo y de obediencia me parecen admirables. Me viene a la memoria un documental que compré hace poco titulado "El abogado del terror", donde el genial Jacques Verges, de origen oriental, callaba en juicio a toda una turba francesa que le insultaba. Les espetó: "Qué teneis que decir de mi pueblo, que construía palacios, mientras que el vuestro todavía vivía en los bosques".

Nada más efectivo. Hace miles de años, nuestra Europa sólo producía gañanes, mientras que Oriente construía maravillas milenarias bajo el descubrimiento de la pólvora, la brújula o el barco de doble casco.

Ahora los tenemos aquí, y la eficacia de su trabajo la seguimos viendo. Ésto engarza con mi anterior entrada, titulada "Sobre la minoría de moscas cojoneras", y es que las Federaciones, sindicatos y pequeño comercio autóctono son como el perro del hortelano, y ni quieren abrir los festivos porque desean descansar, ni quieren que abra el vecino, porque vende y provoca envidias.

Y la realidad es otra, ya que el consumidor desea comercios abiertos en domingo. Y pasean y entran en el bazar chino, aunque sea a olisquear. Y les dan ganas de unas pipas y las compran en el supermercado chino, que está abierto casi 24 horas. Mientras tanto, el quiosquero está cerrado el domingo tarde, porque aunque pueda abrir por libertad horaria, desea ver el fútbol en casa, algo muy respetable y edificante. Sin embargo, el chino tiene abierto, está vendiendo pipas y cuando nadie entra en el comercio, está viendo la televisión a través de su portátil.

Son dos modos de entender el trabajo y la propia vida. Pero también hay que entender al consumidor, que está satisfecho de la apertura en domingo, y que de otro modo no podría comprarse las pipas: en un caso porque el quisquero está de relax, y en otro, porque al chino no lo dejan abrir, caso de que triunfen los intereses de las Federaciones.

Antes dije que los chinos me provocan sentimientos encontrados. Y es que si bien admiro su capacidad de trabajo, y en definitiva su productividad (¡qué sería de nuestro país si tan sólo un tercio de los funcionarios tuvieran su voluntad!), no puedo olvidar la evasión de capitales que supone su éxito comercial.

Os pongo un ejemplo. El otro día fui a comer a un chino, y a la salida vi que obsequiaban tarjetas publicitarias. Cogí una. Eran rematadamente buenas. Fondo en color (el dragón típico), letras en relieve, y un plastificado sobre el conjunto que las hacía duraderas e indoblables. Tarjetas tan buenas no las había visto aquí, así que le pregunté al chino que dónde las habían hecho, para encargar yo también. Me respondió que en Madrid, pero añadiendo que habían llegado a Madrid posiblemente desde China. Ese es el problema al que me refiero.

Los chinos sólo consumen de otros chinos. Si necesitan un albañil, será chino. Si necesitan a un asesor, desde fecha reciente, es chino. Si necesitan un préstamo, se lo piden a un chino. Si van a pelarse, lo hacen a la peluquería china, y así todo. Es como el juego de la oca, sólo se mueven de establecimiento chino en establecimiento chino, y en otros no entran, precisamente porque toda la oferta ya la tienen en sus congéneres.

Esto supone un problema porque todos sabemos que los chinos gastan lo mínimo, no son un dechado de alegría consumista, y casi siempre no sólo cobran, sino que consumen en negro. Y el neto que obtienen cada mes va directo a China, donde tienen asegurada su pensión en la medida de lo que van ingresando. Porque al contrario que otros colectivos de extranjeros, la meta del chino, por su cultura, es jubilarse y morir con sus ancestros, así que acumulan y acumulan en las arcas del gigante asiático para llegada la fecha, retornar a su país y vivir desahogados los años que les resten de vida.

He aquí el quid de la cuestión asiática. Proliferan estos negocios de apertura diaria, nos gastamos los españolitos de a pie nuestros cuartos y ese dinero nunca se queda en España, porque tanto si lo transfieren a China para la pensión futura como si se lo gastan en la frutería china (donde el chino frutero lo transfiere igualmente a China), estamos sufriendo una fuga de capitales asombrosa, tan asombrosa como las ganancias de los establecimientos chinos, que es mucha.

Os dejo con esta reflexión y con otra nueva: ¿Vosotros creéis que los chinos se dejan algún dinero en los bancos efectuando transferencias hacia su país? No, los chinos no pagan comisiones a los bancos, ni nunca piden préstamos (lo hacen a su familia, que puede rondar las 100 personas en el país perfectamente) y lógicamente tampoco suelen transferir porque deja rastro (supone aflorar el B) y porque las comisiones bancarias son altas.

Los hechos indican que de manera no infrecuente son decomisados en los aeropuertos maletines de ciudadanos chinos que ("no saben, no contestan, no entienden español") llevan sus enseres acompañados de fajos de euros rumbo a China, lógicamente por encima del máximo legal que puede transportarse.

Por ello la expansión china comienza a ser muy preocupante, pero no por los horarios, que ojalá dieran ejemplo a otros (los que dicen que no se vende, que se hunden si abren un domingo, bla bla) sobre esfuerzo y trato amable al cliente. El verdadero problema es la conexión china de las divisas, y muy posiblemente los billetes de 500 euros no estén en zulos de promotores inmobiliarios, sino en la misma China. Habrá que buscarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La justicia es un servicio público - expresa tu opinión.