El derecho a lo torcido

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jueves, 21 de abril de 2011

Sobre las minorías de moscas cojoneras

Existen muchos ejemplos que demuestran que una norma creada para proteger a una minoría condenada a la desaparición acaba perjudicando gravemente al resto de la población.

Es el caso de la regulación de horarios de los centros comerciales o grandes superficies. Está claro que si abriesen hasta las 23 ó 24 horas sería un éxito, pues todos los que vamos a comprar después del trabajo, en ocasiones nos encontramos atosigados por el cierre a las 22 horas. O la apertura en festivos, basta ver los escasísimos días en que se les permite la apertura cómo se aglomeran miles de personas en su interior.

Las grandes superficies son un éxito, cuando están creadas con gusto, con elegancia y están bien planificadas, y cuando ofrecen una multiplicidad de ofertas de ocio se convierten en toda una experiencia orgásmica (de lo contrario no se comprendería que apenas se pueda circular por los centros creados por el audaz Tomás Olivo, bajo el mejor diseño y calidades).

¿Qué impide que las grandes superficies no abran los festivos? ¿Qué impide que no exista plena libertad de horarios? Es lo que la mayoría de la población desearía, disponer de una oferta amplia en día festivo.

Efectivamente, lo que lo impide es la ley, que pretende proteger al pequeño comercio.

Sin embargo, si nos paramos a analizar, los pequeños comercios son la mosca cojonera, ya que su interés impide que abra la gran superficie, y además no abren en festivos, con lo cual son como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, a los que se suman las moscas cojoneras sindicalistas, que con los ojos inyectados en sangre argumentan que la apertura en festivo de la gran superficie lesiona gravemente los derechos de los trabajadores, quienes se verían forzados a trabajar en dichos días.

Quien pierde es el ciudadano, que carece de oferta. Y la economía, que se resiente.

El resultado lo vemos a diario. Los sindicatos, pagados de sí mismos e inflados a subvenciones hacen lo que vemos, que equivale a la nada. Los pequeños comercios no abren los festivos porque dicen que no les merece la pena. Y la gran superficie no abre porque no se lo permite la ley, así de claro.

Lo que nos lleva al teatro del absurdo: el caso de los cruceros repletos de turistas que hacen escala en día festivo en el Puerto de Málaga. Acuden al casco histórico y la mayoría de los comercios (pequeño comercio) cerrado. ¿Dónde gastan su dinero? ¿Dónde consumen? ¿Acáso tiene calle Larios el mismo atractivo con todos sus comercios cerrados?

Todo se solucionaría con libertad de horarios. Pequeña o gran superficie: ¿Quieres abrir 24 horas, 7 días a la semana? De acuerdo, pero no has de tener en tu plantilla nadie que trabaje más de 40 horas semanales, así de fácil. Ello llevaría a una mayor contratación, a una revitalización de la economía y a exprimir más jugo del turismo.

Téngase en cuenta también al sufrido y explotado trabajador, a quien hay que proteger de la malvada empresa que le obligaría a trabajar en día festivo. ¿De qué le sirve librar cuando está todo cerrado? Está trabajando toda la semana y cuando llega el día festivo no puede aprovecharlo.

El paternalismo barato de decirnos qué tenemos que hacer por nuestro bien recuerda a las peores justificaciones del comunismo. O de la Iglesia.

Creo que no nos merecemos los gobernantes que tenemos. De los sindicalistas no hablo, porque a esos no los hemos elegido, a esos nos los han puesto.

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